Es el caso de Ana Doldán, una de nuestras fruteras, nieta, hija y madre de frutales, cuyo puesto sigue conversando buena parte de la clientela que su abuela atendió hay más de 50 años, cuando los puestos de fruta y verdura aún estaban en el exterior del mercado y no dentro del mismo.
Cuatro generaciones de mujeres forman también parte de la vida de Tamara, de la Queixería de la Abuela, que tiene muy cerca la herencia familiar: tanto, que su puesto cuenta con una imagen de su abuela en el primero espacio regentado.
Más curioso es el caso de Ana, que ven de una estirpe única de mujeres placeras que heredan la tradición… de suegra a nuera. La abuela de su marido delegó el puesto en su nuera, y hoy Ana continua con la tradición, que demuestra que la fuerza del cariño va mucho más allá de la espesura de la sangre.